lunes, 6 de febrero de 2012

Chuletón sí, chuletón no


Como era de esperar, la sanción a Alberto Contador ha levantado ampollas. Soy la primera que reconozco que cuando el de Pinto salió en rueda de prensa para contar la historia del chuletón tuve mis dudas. Lógico por otro lado, ya que un relato tan rocambolesco suscita al menos la incredulidad de algunos. No es que mi perspectiva haya cambiado mucho, lo cierto es que la resolución final ha hecho que reflexione sobre la validez de algunos conceptos vinculados al ciclismo.

La dureza de este deporte que he seguido desde pequeña gracias a la afición de mi santo padre me ha demostrado que a veces no utilizamos la misma vara de medir en según que cosas. Creo que es tremendamente injusto el planteamiento de que sean los propios ciclistas los que demuestren su inocencia. Y lo es más, que el TAS, aunque no haya podido probar la culpabilidad de Contador lo haya sancionado del mismo modo que si lo hubiese hecho.

Comprendo perfectamente la indignación del mundo del ciclismo y aunque no me puedo poner en su piel, sé que Contador es consciente de que su nombre ya no irá únicamente ligado a un deslumbrante palmarés, sino que la gran mayoría lo recordará por la sanción del chuletón. Es duro, pero es una realidad.

No sé si existe una mano negra en contra del deporte español. En realidad lo dudo. Hasta hace dos días España era el que jugaba como nunca y perdía como siempre. Quizás haya envidias..., pero ¿no sería más fácil prohibir la participación de los españoles en el Tour a mancharles su carrera sin una prueba feaciente? O quizás mejor, vetar a Nadal para que no vuelva a ganar una vez más Roland Garros y evitar así los gritos desgarrados de un público enrabietado...

Cuestiones absurdas, verdad? Tan descabelladas como que una ínfima cantidad de clembuterol pueda aumentar el rendimiento de un ciclista que, salvo una caída o una cuestión inesperada, ganaría el Tour de Francia de 2010.

Me quedo con las palabras de Schleck: "La sanción a Contador no me hace feliz".


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